Hace unas semanas tuve la oportunidad de participar, junto a miembros de nuestra área deportiva, en una reunión en la que básicamente se analizaron cuestiones relacionadas con el baloncesto de iniciación y minibasket, como preparación de unas jornadas de trabajo en FIBA Europa. Fue para mí una reunión interesantísima, en la que se iban planteando una cuestión tras otra, a cual más destacable.
Hasta que en un momento dado Josep Bordas, director del programa de Formación y Detección de talentos de la FEB en su vertiente masculina, dio en voz alta una sentencia de ésas que no se olvidan en años: “Lo fundamental es que jueguen, porque cuanto más se juega más se aprende”. Hablaba de formación, de niños y niñas que apenas están empezando; pero, ¿no es válida esta sentencia para cualquier edad y categoría? Yo creo que sí, y lo creo en base a tantos y tantos ejemplos de los que sin duda todos tenemos alguno, o varios, en mente.
Que jueguen. Así, sin más matices –aunque evidentemente los hay siempre-, se resumía la filosofía de aquel baloncesto yugoslavo de finales del siglo XX convertido en la mejor cantera de jugadores; la mejor del mundo en proporción a su materia prima y sus resultados; la primera cantera que exportó a la NBA no sólo jugadores sino también estrellas.
En 1984, en mi primer desplazamiento profesional a un partido de la entonces Copa de Europa, pasé una tarde en el pabellón en el que entrenaban los equipos de base del Bosna de Sarajevo, en aquellos tiempos uno de los equipos punteros del baloncesto plavi. Y allí me explicaron eso tan sencillo -pero a la vez tan complicado en función de las circunstancias- de dar a los jugadores minutos y minutos de juego. En Yugoslavia en aquella época, además, hasta una cierta edad a los jugadores ni siquiera se les corregía lo que en ortodoxia podían ser malos hábitos: en el tiro, en el pase, etc.
Que lo fundamental es que jueguen se puede comprobar simplemente analizando las estadísticas de cualquier jugador, comparando su rendimiento jugando 12 minutos de media (porque al entrendor no le convence) con su rendimiento cuando pasa a hacerlo 31 (porque, por ejemplo, un compañero de equipo se ha lesionado). Hay pocos jugadores que, en un supuesto como éste, no mejoren sus números, su rendimiento e incluso su calidad.
La cuestión en el baloncesto actual es casi siempre la diferencia entre el planteamiento que exige al jugador rendimiento para tener 31 minutos (jugando de 12 en 12, lo que es dificilísimo) y la otra forma de verlo: apostar por que el jugador sea mejor a base de darle minutos. Es evidente quién, dónde o cuándo está por lo primero, y quién, dónde y cuándo está por lo segundo. A mí simplemente me da la impresión, a tenor de las experiencias que podemos analizar, que los grandes jugadores han surgido siempre de las canteras que no se han limitado a exigirle “que trabaje” sino de las que además, y sobre todo, han apostado por “que juegue”. Si además alguien con tanta y tanta experiencia como Josep Bordas lo ve así, es que muy probablemente es así.
AUTOR : JORDI ROMÁN
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